El miedo al parto institucionalizado Recientemente, Diario Uno publicó una nota de la periodista Gabriela Malizia sobre la agresión a los derechos humanos que las mujeres sufrimos cuando vamos a parir, tanto en el ámbito público como en el privado. Yo la viví en una clínica mendocina con mi primer parto.Por eso el temor a la misma agresión se apoderó de mí en el segundo embarazo. Así fue como parir en casa significó una puerta que se abrió casi instintivamente, a partir de la “sospecha visceral” de que parir podía ser una experiencia milagrosa, plena, profunda, feliz. Pero para ello no debía haber tanta gente, luces, ruidos, protagonistas, indicaciones, prohibiciones. Todo, menos respeto y lo que tenga que ver con dar lugar a una mujer que está pariendo. Con esta sospecha que ya se me imponía, con una panza que asomaba y con una experiencia de “parto institucionalizado” se me ocurrió seguir esta corazonada y comprobar que “el parto podía ser la instancia más disfrutable en la vida de una mujer”. Si te dejan, claro.Para empezar con mi objetivo, focalicé todas aquellas cosas que tanto me habían perturbado, restado, enojado en el parto de mi primer hijo en una clínica, y traté de buscar respuesta a esta sensación de arrebato que había sentido y que todavía me inundaba.Las respuestas estaban al alcance del sentido común por la sencilla razón de que las barbaridades a las que somos sometidas las mujeres que parimos (ser sometidas ya es una barbaridad) están todas muy a la vista. No se ahorra en farmacología innecesaria ni en prácticas de rutina inconvenientes tanto para las mujeres como para sus bebés.Soñé entonces con un parto respetado donde no se intentara “ahorrarme ni agregarme nada”. Que me permitieran transitarlo libremente, acompañada en mis tiempos y necesidades, comandando el parto en el sentido de que se me reconozca en la mujer que está pariendo “este saber” tan disputado y que no se enseña.Pensé que un parto con estas características, en una clínica, en estos tiempos en Argentina, era sencillamente una utopía. Y junto a mi esposo tomamos entonces la decisión de hacernos cargo del parto de nuestra hija junto a profesionales preparados para acompañarnos.Esta decisión, no de que el parto sea en casa, sino de vivir esta experiencia única con toda la luz y felicidad que amerita el hecho de dar vida o de empezarla, fue determinante en nuestra paternidad, nos paró como familia y nos comprometió con la vida. Se puede disfrutar del parto, ya no es una sospecha. Ahora depende de nosotras.María Paula FestaDNI 21.482.780
9 de octubre de 2007
El miedo al parto Carta de Paula
El miedo al parto institucionalizado Recientemente, Diario Uno publicó una nota de la periodista Gabriela Malizia sobre la agresión a los derechos humanos que las mujeres sufrimos cuando vamos a parir, tanto en el ámbito público como en el privado. Yo la viví en una clínica mendocina con mi primer parto.Por eso el temor a la misma agresión se apoderó de mí en el segundo embarazo. Así fue como parir en casa significó una puerta que se abrió casi instintivamente, a partir de la “sospecha visceral” de que parir podía ser una experiencia milagrosa, plena, profunda, feliz. Pero para ello no debía haber tanta gente, luces, ruidos, protagonistas, indicaciones, prohibiciones. Todo, menos respeto y lo que tenga que ver con dar lugar a una mujer que está pariendo. Con esta sospecha que ya se me imponía, con una panza que asomaba y con una experiencia de “parto institucionalizado” se me ocurrió seguir esta corazonada y comprobar que “el parto podía ser la instancia más disfrutable en la vida de una mujer”. Si te dejan, claro.Para empezar con mi objetivo, focalicé todas aquellas cosas que tanto me habían perturbado, restado, enojado en el parto de mi primer hijo en una clínica, y traté de buscar respuesta a esta sensación de arrebato que había sentido y que todavía me inundaba.Las respuestas estaban al alcance del sentido común por la sencilla razón de que las barbaridades a las que somos sometidas las mujeres que parimos (ser sometidas ya es una barbaridad) están todas muy a la vista. No se ahorra en farmacología innecesaria ni en prácticas de rutina inconvenientes tanto para las mujeres como para sus bebés.Soñé entonces con un parto respetado donde no se intentara “ahorrarme ni agregarme nada”. Que me permitieran transitarlo libremente, acompañada en mis tiempos y necesidades, comandando el parto en el sentido de que se me reconozca en la mujer que está pariendo “este saber” tan disputado y que no se enseña.Pensé que un parto con estas características, en una clínica, en estos tiempos en Argentina, era sencillamente una utopía. Y junto a mi esposo tomamos entonces la decisión de hacernos cargo del parto de nuestra hija junto a profesionales preparados para acompañarnos.Esta decisión, no de que el parto sea en casa, sino de vivir esta experiencia única con toda la luz y felicidad que amerita el hecho de dar vida o de empezarla, fue determinante en nuestra paternidad, nos paró como familia y nos comprometió con la vida. Se puede disfrutar del parto, ya no es una sospecha. Ahora depende de nosotras.María Paula FestaDNI 21.482.780
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