La oxitocina, un arma de doble filo |
Por Diana M.
No es ninguna novedad que el uso de oxitocina sintética se ha convertido en una práctica de rutina en los hospitales españoles. Lo que muchas de nosotras no sabíamos es que el Instituto para el Uso Seguro de los Medicamentos (ISMP, http://www.ismp-espana.org/) la incluye en la lista de “Medicamentos de Alto Riesgo”, “aquellos que cuando se utilizan incorrectamente presentan una gran probabilidad de causar daños graves o incluso mortales a los pacientes”.
Esto quiere decir que los profesionales deberían ser muy cautos en su uso y reservarla para los casos en que la relación riesgo/ beneficio se incline claramente a favor de este último. Sin embargo, no es habitual que el ginecólogo o la matrona se tomen unos minutos para solicitar a la mujer su consentimiento y explicarle la indicación médica que hace imprescindible la administración de hormona sintética, sus ventajas y sus posibles efectos adversos.
Si alguna tiene a mano su historia clínica, podrá consultar si en ella figuran la cantidad de oxitocina que se usó en su parto. ¿Nos sorprende que ese dato raras veces aparezca en uns historia clínica? Es un apartado que se suele obviar, pues se administra por rutina. Unamos su uso indiscriminado a la cada vez más amplia lista de motivos para inducir el parto y ya tenemos el cóctel perfecto de intervencionismo, el comienzo de una cascada en la que los siguientes hitos son la analgesia epidural, la inmovilización, la episiotomía o incluso un parto instrumental (ventosa, fórceps) o una cesárea.
Lo que no nos cuentan es que muchas de las intervenciones subsiguientes a la administración de oxitocina no son “a pesar” de ella, sino precisamente por haber inyectado una hormona sintética. Que, si muchas veces ha hecho falta rescatar con una cesárea de emergencia a un bebé que sufría, ha sido por intentar acelerar- o "estimular" como dicen los profesionales- el curso natural del parto. Que la oxitocina aumenta el riesgo de rotura e hipertonía uterinas, que multiplica el dolor de la mujer o que está relacionada con hemorragias incontrolables en el parto que pueden llegar a hacer necesaria la histerectomía.
No sabemos cuánta oxitocina se nos administró en nuestros partos, sencillamente, porque no hay una dosis personalizada y adaptada a las circunstancias de cada una de nosotras. (En este caso estamos hablando de la dosis, pero en realidad en la mayoría de los casos no existe indicación para administrar esa hormona, para ninguna dosis.)
Tanto los ginecólogos como las matronas suelen poner “la dosis habitual”; no se calcula la cantidad de forma individualizada, se pone “lo que toca”, se apura el envase -”ya que la hemos puesto” o se vacía de forma rápida antes de pasar a la mujer de dilatación a paritorio.
¿No será que algunos profesionales tienen “prisa” y es mucho más cómodo dejar libres con agilidad los paritorios para que pase la siguiente, como en una línea de montaje? No nos cansaremos de decirlo: el cuerpo de la mujer está preparado para parir y puede hacerlo sin drogas, sin tijeras, sin bisturí y sin máquinas que hacen “ping”.). Sólo necesitamos tiempo, respeto y la tranquilidad de que, para el profesional que nos acompaña, somos una persona y no un número.
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